Notas sobre “The Psychic Life of Power” (1997) de Judith Butler

Quisiera empezar este ensayo sobre la introducción de The Psychic Life of Power – Theories in Subjection, publicada en 1997, poniendo al texto en su contexto dentro de la obra de Butler, porque me parece que es importante saber where the author is coming from para poder al menos parcialmente entender su argumentación. Con esto no pretendo decir que yo creo poder entender toda su argumentación, cosa que, por lo demás, en mi opinión se debe a por lo menos a dos factores, muy aparte de a mi propia falta de entendimiento que seguramente es el factor principal. Por un lado, el texto que hemos leído es justamente sólo la introducción de un libro un poco más extenso en el que se siguen discutiendo algunos de los conceptos que aquí son tratados de manera más o menos superficial, como por ejemplo la culpa o la melancolía. Por otro lado, y tal vez más esencialmente, a lo mejor me parece comprender menos The Psychic Life of Power que otros textos que he leído de Butler por el hecho de que precisamente no se trate de una de sus obras “canónicas” sino más bien de una que constituyó un poco una anomalía en su carrera cuando apareció, cosa no poco importante que intentaré explicar en lo que sigue.

Me atreví a decir que esta obra no es “canónica” porque Butler sí forma arguably parte del canon teórico actual. De hecho, y como probablemente muchos de ustedes saben, Judith Butler es desde hace casi veinte años una de las pocas verdaderas superestrellas del mundo académico, y es considerada no sólo una autoridad en todo lo relacionado con estudios y política de género sino también una de las teóricas fundadoras de los queer Studies. Este es un estatus que ella le debe básicamente a dos de sus libros: Gender Trouble – Feminism and the Subjection of Identity y Bodies that Matter – On the Discursive Limits of Sex, publicados en 1990 y en 1993 respectivamente.

El primero de estos libros, Gender Trouble, es con diferencia su obra más famosa, y de hecho una que se convirtió en un best seller of sorts y en un libro de culto tanto para generaciones de académicos como para militantes políticos no directamente vinculados a la universidad. En este libro, Butler enfatiza la importancia de la constante repetición por parte de los sujetos de actos estilizados en la construcción cultural ya no sólo de la sexualidad en el sentido más general, y ni siquiera sólo del así llamado gender, o sea del sexo cultural del sujeto, sino incluso del así llamado sex, o sea del sexo biológico con el que supuestamente todos los seres humanos nacen y que supuestamente es un lugar natural de la diferencia entre los sujetos “masculinos” y los sujetos “femeninos”. En otras palabras, Butler insiste en que la aparente coherencia de categorías tales como “hombre” y “mujer”, esa división tan supuestamente fundamental e indiscutible, no es un hecho biológico sino una ilusión producida por la constante repetición de actos “masculinos” y “femeninos” por sujetos connotados como “masculinos” o “femeninos” dentro de parámetros discursivos concretos (en nuestro caso, dentro de la matriz de la sexualidad binaria, que literalmente obliga a que todos los sujetos sean catalogados como “masculinos” y “femeninos”, y dentro de la matriz heteronormativa, que consecuentemente presenta el deseo heterosexual como el único realmente saludable y natural).

Con esto, Butler literalmente revoluciona el feminismo desde una perspectiva post-estructuralista o, como yo prefiero llamarla, post-feminista, o en todo caso post-emancipatoria, y demuele la noción de la existencia de una esencia femenina o, para ponerlo en términos que puedan ser relacionados con el texto que hemos leído para hoy, de un sujeto femenino (o masculino, by the way) con identidad estable y natural, noción en la que se basa o quizás más bien se basaba la versión feminista clásica de la política identitaria. Más allá de eso, ya en este texto aplica la doble y paradójica concepción del sujeto como el producto de un proceso en el que “one becomes subordinated by power as well as […] a subject”, como escribe aquí en la introducción de The Psychic Life: así, en la página 2 de Gender Trouble, Butler dice que “feminist critique ought […] to understand how the category of ‘women’, the subject of feminism, is produced and restrained by the very structures of power through which emancipation is sought”. Lejos de representar una resistencia real a la estructura patriarcal, entonces, la política identitaria y emancipatoria del feminismo clásico juega el juego del poder al basarse en un sujeto cuya existencia por definición es determinada por dicho poder.

Como respuesta a críticas más o menos virulentas que recibió por estas tesis, del tenor de que si todo es una performance entonces uno puede elegir simplemente cada día, al levantarse, qué tipo de sexualidad o de género quiere representar hoy, Butler escribió Bodies that Matter, cuyo título ya de por sí es programático. En este libro, Butler niega que su anti-esencialismo y su crítica de los sujetos naturalizados tanto del feminismo como del patriarcado implique que las construcciones culturales, como el sexo y el gender, por no mencionar race, class, age, ethnicity, etc., no tengan peso “material” en la vida “real” de los sujetos. Basándose en Foucault, quien es junto con Hegel su filósofo de cabecera, Butler aclara que “power operates […] in the constitution of the very materiality of the subject, in the principle which simultaneously forms and regulates the ‘subject’ of subjectivation” (p. 34). Al ser constituidos precisamente en el acto de subyugarse al poder por medio de constantes performances delimitadas por aparatos discursivos, entonces, los sujetos no tienen libre albedrío, sino que son parte de un proceso en el que se decide cuáles bodies matter, cuáles sujetos son legibles y cuáles ilegibles o, como se lo dice en la Stanford Encyclopedia of Philosophy en el internet, whose lives are livable and whose lives are grievable.

Además, en este libro Butler une explícitamente el concepto la performatividad del género y del sexo al concepto derridaniano de “iterabilidad” (uno que usa también en la página 29 de la introducción que nos concierne). Iterability según Butler es la repetición regularizada y claramente delimitada de normas. “And this repetition is not performed by a subject; this repetition is what enables a subject and constitutes the temporal condition for the subject. This iterability implies that ‘performance’ is not a singular ‘act’ or event, but a ritualized production, a ritual reiterated under and through constraint, under and through the force of prohibition and taboo, with the threat of ostracism and even death controlling and compelling the shape of the production, but not, I will insist, determining it fully in advance” (p. 95).

Con esta última cita entramos ya de lleno a The Psychic Life of Power, en cuya introducción se intenta describir el proceso paradójico que es el proceso de subjection, en el que el sujeto por un lado empieza a existir o se constituye de por sí pero por otro lado, o más bien dicho por el mismo lado y al mismo tiempo, en el mismo acto que se repite una y otra vez y ad eternum, se subyuga al poder. Dicho de otra forma, no es simplemente que la norma o el poder nos forma o nos influye o es internalizado, sino que el mismo concepto de “nosotros” o de “yo” es fundamentalmente dependiente de la norma y del poder para existir at all.

Esta noción, por supuesto, no es nueva, y Butler misma se encarga de mencionar tanto a Hegel como a Nietzsche, pero muy especialmente a Althusser y a Foucault, como pensadores que intentaron teorizar al respecto, cada uno a su manera. Ahora bien, Butler considera que incluso Foucault (p. 2) “does not elaborate on the specific mechanisms of how the subject is formed in submission”, por lo que la pregunta “What is the psychic form power takes?” no sólo es legítima sino que es ineludible. En otras palabras, ella considera que es necesario pensar una “theory of power together with a theory of the psyche” para poder analizar el fenómeno de subjection y, obviamente, para poder delinear estrategias efectivas de resistencia ante el poder a partir de ese análisis.

Uno de los mecanismos que operan en la constitución del sujeto, de acuerdo con Butler, es el de los “passionate attachments” – la idea de que el sujeto está atado apasionadamente a su subordinación y al poder del que es dependiente, del modo similar al bebé que, en un escenario típico del psicoanálisis, se ata apasionadamente a sus padres en aras de sobrevivir. Esta dependencia afectiva supuestamente primaria es, por un lado, la condición sine qua non de la misma posibilidad de existencia del sujeto o del cuerpo humano en cuestión, pero también la base psíquica o el antecedente psíquico de una formación que culmina en subordinación política, en subyugación a la autoridad y en explotación (p. 7).

Precisamente por esta doble dinámica que hace del sujeto, por un lado, un sujeto existente, y por otro uno eminentemente vulnerable al poder del poder, el passionate attachment está siempre acompañado de una negación: “This attachment in its primary forms must both come to be and be denied, its coming to be must consist in its parcial denial, for the subject to emerge” (p. 8). En otras palabras, sin subordinación el sujeto no puede existir, pero sin la negación parcial de la subordinación tampoco, porque sin ella ya no sería un “sujeto” separado y diferente.

Ahora bien, y para seguir en la línea psicoanalítica que Butler parece perseguir aquí, si el sujeto debe constantemente y desde el principio negar aquello a lo que en realidad está apasionadamente atado, si para existir como sujeto debe negar y excluir de su ego aquello que de entrada le permite existir, entonces el sujeto está separado y es diferente de sí mismo, es un “subject turned against itself (its desire)”, y uno que constantemente tiene que desear “the conditions of one’s own subordination […] to persist of oneself” (p. 9).

El sujeto, o sea la condición y el instrumento de la agencia, es producto de la subordinación o, en otras palabras, de la negación de la agencia. ¿Cómo es posible, en este modelo tan claustrofóbico, concebir una agencia opositora o resistente al poder?

Para empezar a resolver este nudo gordiano, según Butler, es importante recordar que el sujeto no es un individuo o una persona, sino una categoría lingüística, “the linguistic occasion for the individual to achieve and reproduce intelligibility, the linguistic condition of its existente and agency” (p. 11). Como decíamos la semana pasada en el caso de un sordo que no escuche al policía gritando “Ey, usted”, sin subordinación no hay inteligibilidad y, en ese sentido, no hay posibilidad de existencia social, menos aún de agencia. Por otro lado, y muy significativamente (porque aquí Butler introduce, sin mencionarlo, el concepto de performatividad como la maldición del sujeto pero también como su única esperanza), el sujeto se ve obligado a repetir eternamente su subordinación al poder para mantenerse inteligible como sujeto, pero no sólo el sujeto es ambivalente sino también el poder en sí: “A power exerted on a subject, subjection is nevertheless a power assumed by the subject, an assumption that constitutes the instrument of that subject’s becoming” (p. 11). Sin embargo, al asumir el poder que lo constituye, que lo “presupone”, el sujeto no necesariamente tiene que “reestablecer” también dicho poder, ya que “presupposing” no es lo mismo que “reinstating”. De hecho, el restablecimiento del poder es, en términos absolutos, un imposible, porque la transferencia de un poder constitutivo a uno esgrimido por el sujeto conlleva de por sí una discontinuidad esencial, un hiato o un “break”, un momento en el que tanto el sujeto como el poder tienen que volver a ser constituidos y, por lo tanto, necesariamente alterados, un momento brevísimo pero por otro lado repetido en cada momento que abre, quizás, una posibilidad, por más que sea pequeña, de agencia o hasta de resistencia basada en un uso del poder contrapuesto al poder que hace ese uso posible o pensable: “This conclusión is not to be thought of as a) a resistance that is really a recuperation of power or b) a recuperation that is really a resistance. It is both at once” (p. 13).

El poder como condición del sujeto es entonces previo al sujeto, pero el poder que el sujeto asume y con el que actúa en la medida de sus posibilidades es temporal y reiterativo, una inversión del poder, que por su parte es ambivalente, como el sujeto, y tiene que ser reactuado una y otra vez – y si esta historia suena circular es porque lo es y porque, efectivamente, se repite una y otra vez en la constante discontinuidad entre el poder como condición fundamental de la agencia y del poder como punto muerto de la agencia (p. 15). De forma todavía más crucial, es precisamente en esta “vuelta”, en este “turn”, en esta circularidad, en esta “inversión” o reversal, necesaria tanto para el poder como para el sujeto, en la que la agencia se hace posible, que el sujeto es constituido, y no en otro lugar: “If conditions of power are to persist, they must be reiterated; the subject is precisely the site of such reiteration, a repetition that is never merely mechanical” (p. 16). Y justamente esta reiteración necesaria de las condiciones de la subjection demuestra que dichas condiciones no son estáticas, son temporales (o históricas) y son activas y productivas. Puestas así las cosas, pues, la posibilidad de agencia es real, ya que el sujeto “is neither fully determined by power nor fully determining of power (but significantly both)” (p. 17). O, para citar la que es la última tesis de este por otro lado, y sin duda estratégicamente, bastante repetitivo artículo, “The temporal paradox of the subject is such that, of necessity, we must lose the perspective of a subject already formed in order to account for our own becoming. That ‘becoming’ is no simple or continuous affair, but an uneasy practice of repetition and its risks, compelled yet incomplete, wavering on the horizon of social being” (p. 30).

Todo esto, no obstante, sigue sin acabar de contestar la pregunta original, o sea ¿cuál es el rol de la psique en la constante rearticulación del poder? ¿Cómo se internalizan las normas y por qué? Al fin y al cabo, si bien la internalización de las normas las hace, por un lado, más efectivas que la coerción abierta y que la violencia del poder exterior, y por otro circunscribe el mundo en el que el sujeto, constituido como entidad separada del mundo justamente en el proceso de dicha internalización, puede actuar, la internalización dentro de sujetos históricos y provistos de una psique propia debilita igualmente las normas y las hace susceptibles o vulnerables a la oposición y al cambio, a la inestabilidad: “On being assumed, power runs the risk of assuming another form and direction” (p. 21).

Y es aquí donde entra la conciencia como el medio por el que el sujeto se convierte en un objeto autoreflexivo y capaz de controlar el deseo negado, prohibido por la norma pero, al hacerlo, capaz también de constituirse, de ser precisamente un sujeto consciente e independiente, impulsado, a su vez, por el deseo de esa independencia y de esa autoreflexividad basada, en última instancia, también en el circuito eternamente repetido siempre igual pero siempre de manera ligeramente distinta que es el proceso de subjection (p. 22). Para ser más precisos, la norma no prohíbe el deseo en sí sino que produce objetos de deseo posibles, así como otros que, al ser radicalmente excluidos por acción de la norma y en el momento de la constitución del sujeto, se convierten en el fundamento de la melancolía, fenómeno inherente al sujeto (según Butler) y que es un “lazo” que sustituye ese otro “lazo” que se ha perdido al excluir aquello con lo que se está enlazado así como, y al mismo tiempo, la confirmación de la imposibilidad de recuperar o sustituir dicho lazo (p. 24).

Por su parte, la culpa surge como mecanismo psíquico del sujeto para intentar preservar ese objeto de deseo que la norma y el poder, o sea la condición fundamental del sujeto, lo obligan a excluir para poder constituirse como sujeto. La culpa, “guilt”, permite preservar, así sea en las sombras, el objeto de deseo que de otra manera hubiera sido destruido, dado que el proceso de constitución del sujeto implica la exclusión y destrucción de dicho objeto y de los lazos afectivos que unen al pre-sujeto, por así decirlo, a dicho objeto de deseo. Pero la culpa también está conectada con un deseo de triunfo sobre dicho objeto de deseo, un deseo de control que, “if pursued too far, threatens to destroy the object as a source of love” (p. 26). El balance entre la culpa que acompaña a la melancolía y la existencia de una conciencia o de un sujeto consciente que no puede ser constituido sin las exclusiones que provocan dicha melancolía y, por ende, dicha culpa, es también un balance, como todo lo que tiene que ver con el circuito de la subjection, difícil de mantener pero por otro lado imposible de romper del todo.

La supuesta relevancia política de todo esto es, por supuesto, o quizás no, que hay cuerpos y objetos que son a priori declarados abyectos, “marked for death” (p. 27), entre los cuales están, según Butler, las personas que mueren de sida, o sea en el imaginario público de la matriz heteronormativa “gay people, prostitutes, drug users, among others” (p. 27). Pese a lo abstracto de su argumentación, entonces, así como a la inclusión de términos psicoanalíticos que ni siquiera son desarrollados exhaustivamente y que por lo tanto siguen siendo predominantemente confusos, por lo menos para mí, toda la divagación de Butler, todos sus intentos de elaborar una teoría que incluya al poder y a la psique, son parte de un programa político. Así, si bien ha sido más de una vez muy fuertemente criticado por no “dejarse concretar” o aplicar a “la lucha” lo suficiente (como en el caso de sus libros anteriores, verdaderos llamados a la acción), este programa político es consistente con la vida y obra anterior de la autora, o sea con el ímpetu de desenmascarar los mecanismos por medio de los cuales la matriz heteronormativa y el poder de la desigualdad en general funcionan, para así, aprovechándose de hasta las más ínfimas discontinuidades en el circuito de la opresión y de la constitución de los sujetos, resistir al menos un poco y de este modo poco a poco, pero radicalmente, cambiar.

De hecho, se puede ir más allá y decir que este alejamiento de la política concreta, este repliegue al mundo de la teoría pura y dura, tiene que ver con el estado del feminismo y de los gender Studies en el occidente actual, o más bien de 1997, así como con el estado de los movimientos emancipatorios o post-emancipatorios LGBTI, entre otros, o sea con su aceptación parcial como zonas discursivas cuya completa exclusión, por mucho que hasta cierto punto sigan siendo mantenidas en los márgenes, es ya casi impensable. En otras palabras, la teorización de Butler aquí, sea o no sea efectiva en último análisis, y encuéntrese o no que ella le hace justicia al psicoanálisis en última instancia, es sólo posible gracias a su propio trabajo anterior de deconstrucción del feminismo y de las políticas basadas en la identidad, y constituye otra etapa/otro aspecto de dicho trabajo.

 

(Crédito de imagen de thumbnail: http://www.versobooks.com/blogs/2009-judith-butler-on-gender-and-the-trans-experience-one-should-be-free-to-determine-the-course-of-one-s-gendered-life. Crédito de imagen de inicio de post: http://www.sup.org/books/title/?id=819).

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