Del mal gusto visionario al mal gusto como ‘way of life’: John Waters y el fin del ‘American century’ (II)

El descenso al oscurantismo de los Estados Unidos de América en los primeros años del siglo XXI es un tema que sin duda fascinará a los historiadores del futuro, siempre y cuando ese descenso no tenga como resultado la aniquilación atómica (nada improbable con dementes, cretinos y zelotes varios en el poder) y, por ende, el fin de la historia pero esta vez sí de verdad (saludos a Fukuyama). Cierto es que la sociedad norteamericana se basó, desde su propia conformación en el siglo XVII, en la superexplotación y en la exclusión absoluta de un sector de la población determinado por ideas racistas disfrazadas de teorías científicas, así como en la hiperfragmentación del tejido social a lo largo de ejes de género, de raza, de etnia y de país de procedencia que dificultarían, hasta nuestros días, el que cuajen movimientos sociales de carácter nacional y sostenible. Cierto es también que el fanatismo religioso, el antiintelectualismo, la visión paranoica de la historia y de la política y la apología de la masculinidad violenta de la frontera por sobre la supuesta “afeminación” urbana, entre otros rasgos culturales que en otros países pueden parecer atávicos, por decir lo menos, estuvieron siempre presentes en los márgenes de la vida social y política de los Estados Unidos y, por períodos, bastante cerca de los centros discursivos, incluso. Pero el harakiri de los últimos años, en los que la reacción abierta ha logrado cimentarse en las instituciones del Estado y llevar al país de un desastre a otro, empezando por la estúpida guerra en Irak, siguiendo por la desregulación extrema de la que surge la Gran Recesión y culminando, hace pocos meses, con la capitulación de gran parte del establishment ante una mezcla de payaso, de prestidigitador y de líder fascista como Donald Trump, es insólito en los 240 años de historia de los U. S. of A.

En retrospectiva, el relativo hiato representado por el gobierno de Obama (en el que se continuó con gran parte de las políticas del gobierno de George W. Bush, casa afuera, pero se cambió el estilo y se propició una expansión de derechos significativa, casa adentro) será seguramente visto como eso: un interludio en lo que es, muy probablemente, el fin del imperio norteamericano como principal superpotencia del planeta y lo que es además, definitivamente y sin duda, la muerte de Estados Unidos como referente moral para cualquier otro país del mundo. Se termina, pues, la gigantesca Segunda Reconstrucción iniciada por la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en los cincuenta del siglo XX y profundizada, pese a todo el backlash de los setenta y ochenta, por la plétora de movimientos sociales de avanzada de los sesenta, setenta, ochenta y noventa… debemos reconocer que puede ser que todo esto, lejos de haber sido el anuncio del futuro, haya sido una anomalía de la historia. Al final, a lo mejor el atavismo es realmente Obama en un mundo en el que Cheney, W., Trump, Pence y demás figuras sombrías son la normalidad.

John Waters ha sido uno de los cronistas más brillantes de la vida en los Estados Unidos de estos tiempos, pues se ha burlado de manera implacable de sus consensos, de sus hipocresías y de su latente demencia e inmoralidad. Por razones que explico en el artículo al que se accede más abajo, así como en la primera parte del mismo, y que realmente ameritan un estudio más profundo del tema (alas! Hubo un tiempo en el que el estudio de la obra de John Waters en su contexto histórico y como fuente para leer y comprender la historia reciente de Estados Unidos iba a ser el tema de mi tesis doctoral), el triunfo de la reacción y las manifestaciones culturales que lo acompañaron (reality TV, completa atomización de los sujetos y de las tribus urbanas, oclusión de los proyectos utópicos en el plano político y en el plano artístico-cultural, etc.) lo venció a él también, sin embargo, y le quitó toda posibilidad de transgredir efectivamente las normas sobreentendidas y no siempre escritas de la sociedad. En la práctica, lo cooptó: para tomar prestada una frase del artículo “John Waters Looks Back: ‘I Was Worse Than Ed Wood’”, escrito por Kory Grow y publicado en la Rolling Stone del 5 de septiembre de 2014, “Somehow in recent years, Waters (…) has become almost (gasp!) the establishment”.

A discutir brevemente este asunto de tan aparente trivialidad pero, en mi opinión, de gran importancia realmente para el estado de las cosas actual y, en ese sentido, para la supervivencia de la especie humana incluso (!), me dedico en este artículo publicado en ViceVersa Magazine:

Del mal gusto visionario al mal gusto como way of life: John Waters y el fin del American century (II)

Tal y como terminé en otra entrada en este blog en la que presentaba la primera parte de este artículo: más sobre este brillante demente en futuros posts, con seguridad…

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