Notas sobre “donde” (2005) de Eduardo Lalo

Difícil la tarea de aproximarse a donde de Eduardo Lalo, no tanto porque el texto no ofrezca puntos de entrada (los famosos Ansatzpunkte de Auerbach) sino porque, acaso, ofrece demasiados. Para empezar está, por supuesto, la cuestión del género: aunque Lalo defiende –de manera un poco muy performativa y, por eso, especialmente sospechosa– la opinión de que se trata de una novela (“Este texto, aun con sus imágenes y citas, a pesar de sus pasajes más o menos ensayísticos y sus poemas, es una novela. No una nueva forma de novela, sino simple y llanamente una novela” [28]), tanto el fuerte contenido visual de la obra como su casi absoluta carencia de narración en el sentido tradicional del término hacen que donde sea, evidentemente, todo menos una novela. Asimismo, si bien el texto funciona hasta cierto punto como ensayo filosófico o de crítica literaria, carece del rigor académico y de la meticulosidad argumentativa que lo convertirían en un “verdadero” exponente de este género (está demás decir que este juicio no es peyorativo sino todo lo contrario). Como documento fotográfico de la desolación urbana y de un cierto barroco caribeño que se decanta por lo grotesco, donde no sólo es efectivo sino que, a posteriori, resulta imprescindible (no es demasiado aventurado afirmar que, quizás, es éste el aspecto en el que donde se destaca más), pero las frecuentes interrupciones del flujo de imágenes por medio de la palabra –y viceversa– hacen que tampoco pueda ser considerado un libro de fotografía en toda ley. Por ponerlo de otro modo, entonces, donde es todo lo mencionado sin ser nada de ello propiamente, y excede todas las categorías sin jamás aplicar completamente a ninguna de ellas. Su carácter excesivo, precisamente, es lo que hace más memorable al texto.

En esto, donde representa un ejemplo bastante consumado de las subjetividades en composición y de la estética / estrategia de la opacidad en la narrativa del Circuncaribe contemporáneo. Lalo se construye a sí mismo como voz pensante en el acto de pensar y escribir: cuando la película Crumb (1994) –en la que se relata la vida y se explica la visión del mundo del por otro lado también opaco y frecuentemente incomprendido autor norteamericano Robert Crumb– lo deprime hasta el punto de hacerlo dejar de trabajar en el libro (30), Lalo decide salir a las calles y contar lo que ve “como si la escritura fuera una foto”, no sin antes haber reflexionado un poco apresuradamente, pero por eso mismo con una cierta urgencia, sobre la que debe ser una de las preguntas más recurrentes de la literatura de la postmodernidad, es decir “¿Por qué escribir? ¿Por qué no escribir?” (31).

En sus paseos por el mundo exterior, además, Lalo no sólo toma las fotos pobladas de esperpentos típicamente latinoamericanos pero también completamente universales, sino que se encuentra con diferentes manifestaciones de la globalización (los souvenirs de Puerto Rico hechos en China, por ejemplo [33]) y divaga sorprendido por lo espectacular de su ciudad (sí, cita a Debord… [55-56]). Una ciudad que, por cierto, en su condición de “construcción social”, es decir de abstracción o ficción conveniente para crear comunidades y establecer límites, se parece mucho a la ciudad de Saer: al fin y al cabo, tal y como en Saer, la ciudad no es una sino múltiple, amorfa, continua, y esa multiplicidad específica pero, repito, universal, esa amorfidad, esa continuidad sine qua non de la ciudad es, en mi opinión, el “donde”. Como dice el mismo Lalo ya desde el principio, “Donde: estas calles que contienen otras calles y otros dondes. Donde que ya no es, que ya no será aquí, un vocablo del diccionario sino un concepto” (25 – hasta la coma intrusa después del “aquí”, que suena antinatural, me recuerda a Saer).

Más aún, y finalmente, la ciudad y el “donde” no son algo tangible, que exista como tal, sino que están dentro del sujeto (en composición) y, básicamente, son llevadas a cuestas todo el tiempo, como ilustra la anécdota benjaminiana en la que el alemán comenta que, al fin y al cabo, en Moscú lo que mejor se conoce es Berlín: “Esta es una de las formas del donde. De esto se trata esto” (56).

Esta noción de una subjetividad en composición tiene que ver, por supuesto, no sólo con lo que se cuenta (lo poco que se cuenta) o lo que explícitamente se discute, sino también con la indefinición genérica y la condición de excesividad que mencioné más arriba. “Ni ensayo ni relato ni poesía ni fotografía ni dibujo por sí mismos lo definen. Es todo esto y por esto mismo es por lo que no puede definirse con ninguno de estos nombres. Es literatura. Es arte. Es un intento de mirar desde ‘todos’ los ángulos sabiendo que es imposible” (61).

El sujeto está claramente anclado en el donde, entonces, pero el donde no es un lugar geográfico concreto, aunque también lo es. El donde es fuertemente característico y específico (en este caso, Puerto Rico) pero, como los muchos no-lugares de las fotos (del término “no-lugar” se habla ya en la página 24), que podrían ser de cualquier ciudad de América Latina, del así llamado “Tercer Mundo” o incluso, si ya me obligan, de cualquier Moloch urbano del mundo, el donde es universal y permite, por eso, mirar desde “todos” lados, aunque mirar desde “todos” lados sea, efectivamente, imposible. La realidad es lo que surge de la contemplación desde uno o más lados, lo que se inventa de acuerdo a la perspectiva que uno tiene y que, como un holograma que cambia según la posición del sujeto observador, es imposible de aprehender pero, sin embargo, tiene su peso. Ese peso, creo, es el que le da su particularidad al donde. Pero, como todo, como el holograma mismo, ese donde también cambia…

(Crédito de imagen de thumbnail: http://albaciudad.org/2013/06/novela-simone-del-puertorriqueno-eduardo-lalo-se-alzo-con-el-premio-romulo-gallegos/. Crédito de imagen de inicio de post: https://bodegonconteclado.wordpress.com/tag/literatura-puertorriquena-contemporanea/).