Ucronía y distopía (II): “The Plot Against America” de Philip Roth como novela de no ficción

Desde que tuve edad para entender lo que fue el fascismo de la primera mitad del siglo XX, en la medida en que es posible entender un fenómeno social tan multifacético, contradictorio e influyente, amén de tenebroso en muchos de sus aspectos e irracional, “arracional” incluso, en no pocos otros, siempre intenté tener cuidado de no hacer analogías fáciles y no caer en la tentación de tachar de fascista a cualquier derechoso hijo de vecino que demostrara marcadas tendencias hacia el autoritarismo (un Jaime Nebot, digamos, o si ya nos ponemos un Rafael Correa… para un Augusto Pinochet tampoco aplica el término).

Recuerdo agrias discusiones, en Alemania, con amigos que me querían convencer de que la República Democrática Alemana (RDA) había sido fascista y de que la Stasi era prueba de ello, o de que lo eran los soldados que disparaban a quienes quisieran cruzar la frontera, o las políticas de pleno empleo pero de cero satisfacción promulgadas desde el todopoderoso Estado, o la estupidez burocrática de ponerles numeritos a los árboles de los parques para tener todo perfectamente ordenado (el mismísimo Stalin decía, según la leyenda, que en Alemania nunca habría una revolución porque para hacerla tocaba pisar el césped). Razones no faltaban, pero yo sostenía que decir que la RDA era fascista era el primer paso hacia la total relativización, y después negación, del Holocausto.

Tampoco me convencían quienes opinaban que Reagan o George W. Bush eran fascistas, porque consideraba (y considero aún) que dichos presidentes estaban insertos en tradiciones de democracia oligárquica que, aunque demostrablemente llevaban sufrimiento a la mayor parte de la población del mundo por medio de su imperialismo económico, militar y cultural, obedecían a otras lógicas que las del fascismo fanático y apocalíptico de las entreguerras y de la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo con Bin Laden o los muyahídines (o el Estado Islámico hoy en día): sí, eran igual de dementes que los fascistas, proponían programas reaccionarios que básicamente implicaban darle la vuelta a la historia unas cuantas décadas o incluso unos cuantos siglos, mataban despiadadamente a quien se saliera de sus cerrados modelos de vida, etc… pero había algo en su carácter reaccionario, defensivo, desesperado y pre-industrial o pre-estatal que me hacía concluir que no, que no eran fascistas. Entiéndase bien: los terroristas islámicos darían las barbas por poder llevar a cabo la “solución final” de Hitler y, si el número de sus víctimas es inconmensurablemente menor que el de las víctimas del fascismo, esto se debe a su relativamente reducida capacidad de fuego (un resultado de su condición defensiva y pre-industrial) y no a sus intenciones; el núcleo duro y encargado de la “seguridad” y de la “defensa” del Estado norteamericano es, básicamente, el grupo terrorista más sanguinario y más efectivo de los últimos 70 años, en palabras de Noam Chomsky. Y, sin embargo, ninguna de estas apariciones del “mal”, o de la Realpolitik convertida en violencia, es equiparable al fascismo, cuyas manifestaciones hegemónicas de los años veinte, treinta y cuarenta del siglo XX siguen siendo, afortunadamente, únicas en la historia. Vaya, que yo siempre fui un detractor de la Godwin’s law, en otras palabras.

Digamos que, si W. y sobre todo su sombra, Dick Cheney, ya me lo pusieron difícil, el ascenso de Donald Trump al poder en la mayor potencia militar y cultural del planeta me pone en serios problemas conceptuales. ¿Fascismo, neo-fascismo, fascismo superficial, fascismo trash? ¿Tiene una figura tan absurdamente sin cualidades como Donald Trump la cualidad de representar el regreso de lo más monstruoso del siglo XX y, acaso, de la historia de la humanidad? ¿Vamos de veras a concederle esa grandeza?

La cosa va por muchos lados: sí, Europa puede rasgarse las vestiduras por el muro de Trump… pero las rejas de Ceuta y Melilla o las patrullas de los Balcanes y del Mediterráneo no son tampoco motivos de orgullo para la democracia liberal. Hitler y Mussolini, dentro de todas sus bajezas morales e intelectuales, sabían perfectamente de lo que hablaban, mientras que Trump… not so much. Estados Unidos casi que por definición “no puede” ser fascista porque los checks and balances son muy sólidos… hasta que ya no lo sean más. El mundo actual no da para movimientos de masas, de los cuales el fascismo es uno de los más paradigmáticos. El mundo actual da, sin embargo, para la deshumanización total: pics or it didn’t happen, e incluso si it did happen a los cinco minutos nos vamos a olvidar. El ciudadano conectado a la red puede ser el gran librepensador que critica el sistema existente o puede dedicarse a los proverbiales videos de gatos. A lo mejor el fascismo, como postula Neil Postman, no nos llega, perfeccionado, por medio del modelo de las pesadillas de George Orwell, sino por el de las alucinaciones de Aldous Huxley.

¿Qué es más apropiado, entonces, que el fascismo llegando de vuelta, en su nueva modalidad postmoderna y de un mundo carente de un movimiento obrero digno de ser tomado en cuenta y, por lo tanto, indigno incluso de ser destruido brutalmente, qué es más apropiado, decía, que el que el adalid de este nuevo fascismo sea un reality star? ¿Un verdadero bufón, pero uno inconsciente incluso de su propia ridiculez, como parece ser el “presidente” estadounidense? ¿El verdadero Hombre sin cualidades de Musil pero en versión reloaded?

De todo esto trata el artículo al que lleva el link de más abajo y que fue publicado, como segunda parte de una serie cuyo inicio se puede leer acá, por la revista ViceVersa, aunque también trata de The Plot Against America de Philip Roth y de cómo esa novela, que en sus tiempos parecía ligeramente descabellada, ahora parece no demasiado realista sino incluso demasiado cauta. También trata del tango “Cambalache”: “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé”…

Ucronía y distopía (II): The Plot Against America de Philip Roth como novela de no ficción

Por supuesto, una de las cosas preocupantes de Trump es que, siendo un payaso, tiene a su disposición los mecanismos del imperio más poderoso y más brutal de la historia humana. También que l@s fascistas europeos en auge y a cuyas velas el inusual ascenso del “presidente” norteamericano les da viento no son, ni por ahí, payas@s…

(Crédito de imagen de thumbnail: http://www.thirteen.org/13pressroom/press-release/american-masters-2013-season-philip-roth-unmasked/. Crédito de imagen de inicio de post: https://www.sfsite.com/12a/pa213.htm).

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